Hoy, La Guajira amaneció distinta. Desde ayer se siente en el aire una atmósfera pesada, casi indescriptible, como si el viento que recorre nuestras calles cargara consigo un lamento silencioso. No es un día cualquiera. Es un día en el que el territorio entero parece inclinar la cabeza y guardar silencio ante una pérdida que ha tocado el alma de todos.
La tragedia que arrebató la vida de Miguel Andrés Pitre Ruiz y Lenny Miguel Pitre Ruiz ha dejado una herida profunda en el corazón de su familia, de sus amigos y de un pueblo que hoy se aferra a los recuerdos para entender lo incomprensible.
Dos hermanos, dos vidas llenas de propósito, dos caminos que prometían seguir creciendo… se apagaron de manera repentina, dejando una tristeza que se percibe en cada conversación, en cada mirada, en cada rincón de La Guajira.
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La imagen más dolorosa, la que retumba en cada pensamiento, es la de una madre que pierde no a uno, sino a dos de sus hijos. Un dolor imposible de dimensionar. Un vacío que ningún abrazo puede llenar. Una realidad tan cruel que paraliza el alma.
No hay palabras suficientes para describir ese sufrimiento, ni manera de aligerar un golpe que marca para siempre. Hoy, todos somos testigos y partícipes de ese dolor. Hoy, todos sentimos que algo dentro de nosotros también se quebró.
No hay palabras suficientes para describir ese sufrimiento, ni manera de aligerar un golpe que marca para siempre. Hoy, todos somos testigos y partícipes de ese dolor. Hoy, todos sentimos que algo dentro de nosotros también se quebró.
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Miguel Andrés, un joven político con una proyección admirable, era más que una promesa: ya era una realidad en ascenso. Asesor del actual Gobernador de La Guajira, caminaba firme hacia un futuro lleno de liderazgo, visión y vocación de servicio. Su nombre se mencionaba con respeto. Sus ideas, con esperanza. Su energía, con cariño.
Era un hijo de esta tierra que soñaba con verla crecer, prosperar y avanzar. Y lo estaba logrando.
Era un hijo de esta tierra que soñaba con verla crecer, prosperar y avanzar. Y lo estaba logrando.
Lenny Miguel, por su parte, era la representación viva del espíritu emprendedor guajiro. Un hombre disciplinado, entregado a sus proyectos, con una mirada puesta en el futuro y un corazón comprometido con su familia.
Desde el mundo empresarial construyó un camino admirable, basado en esfuerzo, dedicación y constancia. Un ejemplo para quienes creen en el trabajo honesto y en los sueños que nacen de la perseverancia.
Desde el mundo empresarial construyó un camino admirable, basado en esfuerzo, dedicación y constancia. Un ejemplo para quienes creen en el trabajo honesto y en los sueños que nacen de la perseverancia.
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Hoy, su partida conjunta deja una mezcla de incredulidad y tristeza.
La gente lo dice en voz baja: “Se siente raro el ambiente, algo se siente en el aire…”. Y es verdad. Hay un silencio diferente, como si la misma tierra Wayuu estuviera de duelo. No es solo una tragedia familiar, es una pérdida colectiva.
Porque cuando se van hijos que representaban futuro, esperanza y trabajo, algo en el espíritu de un pueblo también se apaga.
Y sin embargo, entre tanto dolor, queda algo intacto: su legado.
Los recuerdos que compartieron con quienes los conocieron.
Las enseñanzas que dejaron.
La huella de su esfuerzo.
La humanidad que reflejaron en vida.
Miguel Andrés y Lenny Miguel no se han ido del todo. Permanecen en las historias que contaremos, en las metas que inspiraron, en las vidas que tocaron con su paso.
Son ahora memoria viva. Son luz en medio de esta oscuridad inesperada.
Hoy, La Guajira llora. Pero también honra.
Honra la vida, el trabajo y el ejemplo de dos hermanos que se fueron juntos, como si el destino hubiese decidido unirlos para siempre más allá de este mundo.
Honra a una madre que necesita más fuerza que nunca, rodeada de un pueblo que la acompaña con respeto y solidaridad.
Honra a una familia que hoy enfrenta una de las pruebas más difíciles que puede soportar el corazón humano.
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Que este homenaje sea un abrazo colectivo.
Que sus nombres perduren.
Que su memoria sea consuelo.
Y que su partida nos recuerde que la vida es frágil, pero los buenos hombres dejan huellas imposibles de borrar.
Descansen en paz, Miguel Andrés y Lenny Miguel Pitre Ruiz.
Hoy y siempre, La Guajira los recordará.
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