PERFILES: CANDIDATOS PRESIDENCIALES


Óscar Iván Zuluaga ha aparecido en las encuestas serias de segundo después de Juan Manuel Santos. En la última Gallup creció 5 puntos entre febrero y marzo Foto: Juan Pablo Pino
Desde que Óscar Iván Zuluaga arrancó la campaña presidencial, un tuitero creó el hashtag #paninizuluaga para que los usuarios subieran fotos en los que apareciera el candidato de segundón. Subieron tantas fotos que el hashtag se volvió tendencia.
Las fotos de Zuluaga detrás de Álvaro Uribe son la constante: Uribe firmando autógrafos, Zuluaga pasándole el esfero; Uribe echando un discurso ante una plaza llena, Zuluaga sentado escuchándolo; Uribe tomándose una foto con militares, Zuluaga varias filas atrás sacando la cabeza. Las fotos lo dicen todo: Uribe es el protagonista, Zuluaga el actor de reparto.
Esta no es la primera vez que Óscar Iván Zuluaga es el segundo a bordo. Sin embargo, cuando ha llegado el momento del relevo, ha cogido la posta, y sorprendido a los demás con la rapidez con la que corre.
De la ciudad al terruño
Óscar Iván Zuluaga y Álvaro Uribe se conocieron cuando éste era gobernador de Antioquia y desde entonces se convirtieron en grandes aliados políticos. Foto de:www.mybestcv.co.il
En la campaña de Zuluaga, esperaban que una vez Uribe arrasara como senador del Centro Democrático su campaña presidencial despegara.
Foto: Juan Pablo Pino
La familia de Zuluaga es oriunda de Pensilvania, Caldas. Su papá Ovidio, un cantinero en la Rioja, una vereda de este municipio caldense, era un hombre de pocos recursos hasta que se casó con la mamá de Óscar Iván y se convirtió en ayudante de su suegro, Juan B. Escobar, quien tenía una tienda en la Calle Real de Pensilvania. Este comerciante, que con el tiempo se convirtió en un gran patriarca caldense, le fue delegando a su yerno los negocios a medida que prosperaba. Y Ovidio, a punta de trabajo, se convirtió en un exitoso comerciante de café, y más tarde en un importador de whisky, de especies de la India y hasta de parafina.
Ya con un patrimonio propio, cuando el ahora candidato tenía seis años, se vinieron a vivir a Bogotá.  El niño Óscar Iván entró a estudiar al colegio religioso Liceo de Cervantes, una educación religiosa coherente con la que recibía en su familia. Era un ambiente donde imperaba la caridad cristiana como el valor sobresaliente.
Todos los miembros de la familia Escobar, por ejemplo, desde que ganan su primer sueldo aportan una cuota para sostener el Hogar Santa Ana, donde viven las mujeres jóvenes del campo que llegan a la cabecera de Pensilvania a estudiar.  Óscar Iván heredó esa vocación de servicio, y desde muy joven se caracterizó por hacerle favores a todo el mundo.
Cuenta una de sus primas que cuando él estaba en bachillerato salía del colegio e iba por las tardes a enseñarles el álgebra de Baldor, a ellas que no sabían ni entendían nada de matemáticas. “No le importaba. Era de una paciencia infinita y nos ayudó a pasar a todas”, recuerda con cariño.
La familia Escobar también apoyaba nuevos líderes políticos, y en particular, aquellos que se oponían a la coalición yepobarquista que dominó Caldas durante décadas.
Uno de esos líderes que apoyaba la familia Escobar era el conservador Alfonso Hoyos Giraldo, quien llegó a ser representante a la Cámara en fórmula con el senador Rodrigo Marín Bernal, ambos de la casa de Álvaro Gómez. Cuando Hoyos murió, su hijo Luis Alfonso asumió el liderazgo de “los chonchos” e invitó a Óscar Iván a acompañarlo en el Concejo. 
Zuluaga habría preferido ser el primer alcalde elegido popularmente pero su primo Jaime Alonso Zuluaga se lanzó en cambio, y Óscar Iván, que ya desde entonces era un coequipero, dijo que sí, y se lanzó al Concejo.
Era 1988, y sin buscarlo, se lo tragó la política.
Zuluaga, de joven, era un fiel seguidor de las ideas de Álvaro Gómez Hurtado, a quien conoció a través de Marín Bernal. Trabajó en su campaña presidencial en 1974 y sentía antes, como ahora, gran afinidad con sus ideas. Su defensa de la inversión extranjera, del papel del sector privado, de la descentralización y su concepción de seguridad, siguen siendo una inspiración para el candidato.
Dos años después de ingresar al Concejo, se convirtió en alcalde de Pensilvania. Fue así, como siguiendo el camino inverso, que Zuluaga volvió, con su esposa barranquillera, a vivir en el pueblo en el que nació. Durante esos dos años, Zuluaga consiguió seguro dental para todos los niños del municipio; los dotó con kits escolares; electrificó varias veredas; hizo la carretera a Pueblo Nuevo. Aprovechando sus conexiones empresariales, realizó hasta un foro de inversionistas en Pensilvania, del que surgieron una maquila de calzado y un taller de confecciones. 
Tras ganarse el premio de Mejor Alcalde de Colombia, Zuluaga sintió que había cerrado un ciclo en la vida pública y regresó a Acesco, donde se volvió presidente de la empresa. Había ingresado a la empresa de la familia después de graduarse como economista de la Universidad Javeriana y de estudiar una maestría en finanzas públicas en Exeter, Inglaterra, hasta que cumplió los 29 años. Ahora volvía, ya como presidente, para ponerse al frente del proceso de internacionalización de la empresa y lo hizo bien. Pero no abandonó la política, su verdadera pasión.
Acompañó como segundo renglón a su amigo Luis Alfonso Hoyos, quien se convirtió en el senador más joven del país, después de haber sido un exitoso representante a la Cámara. Hoyos ya era la punta de lanza del Movimiento Cívico por Pensilvania, que comenzaba a enfrentarse abiertamente al senador Víctor Renán Barco y a su aliado Ómar Yepes. Óscar Iván era su apoyo financiero, el que administraba las campañas, el que estaba detrás. Sin embargo, cuando el Consejo de Estado lo destituyó en 2001 Hoyos, tras haber perdido las elecciones a la Gobernación de Caldas, le tocó dar un paso al frente y coger la posta.
Hoyos fue destituido porque, como senador, había autorizado el viaje de una funcionaria de su Unidad de Trabajo Legislativo sin la aprobación de la Junta de Personal del Senado. Su muerte política, que los medios calificaron casi por unanimidad de arbitraria e injusta (aunque la Corte Constitucional no le dio razón a Hoyos en una tutela con la que trató de tumbar la decisión), llevaron a que Zuluaga asumiera el relevo.
“Los políticos de Caldas no contaban con que Óscar Iván era un monstruo político”, dice un periodista de Manizales, que ha seguido de cerca su carrera política. Cuenta que a Hoyos le decían el Ayatolá porque no estaba dispuesto a ningún tipo de transacción política. “Óscar Iván es más pragmático, le gusta el discurso, untarse del pueblo, pelear el puestico. Así hizo crecer el movimiento y aún más con el impulso del éxito de Uribe”.
El pragmático
Óscar Iván Zuluaga creó primero el Nuevo Partido para impulsar las ideas uribistas. Este luego se transformó en el Partido de la U, que a la postre terminó siendo de Santos. Foto de: Blog Pepitorias
Los que lo han visto en anteriores campañas, dicen que Zuluaga se transforma cuando entra en contacto con la gente, algo que desde los medios no se ve. Foto por: Ramiro Ramírez
Ya al frente de su grupo político, Zuluaga demuestra que es mucho más pragmático que Hoyos y hace una alianza con el Movimiento del Pueblo de la Dorada, que dirige el ex alcalde César Alzate. El grupo de Alzate no tenía tan buena fama como el de Zuluaga en Caldas, pero había nacido cuando un cura rompe la hegemonía del poderoso Víctor Renán Barco en la Dorada y tener ese enemigo común los une. Esa alianza les da aún más fuerza en Caldas. Años después, este pragmatismo se le devolvió cuando una foto con Maribel Galvis apareció en los medios. Galvis era una líder social de la Dorada y también la novia del hijo del paramilitar Ramón Isaza. La metieron como paramilitar para obtener los beneficios de Justicia y Paz. Cuando se destapó este mini escándalo, Zuluaga se presentó a la Fiscalía y pidió que lo investigaran. La Fiscalía no encontró nada.
El verdadero salto político de Zuluaga se da cuando Álvaro Uribe decide lanzarse a la Presidencia.  Zuluaga había conocido a Uribe en 1997, cuando era gobernador de Antioquia. En esa época, Pensilvania, como medio país, estaba azotada por la guerrilla, y en particular por el frente 47, liderado por alias “Karina”. La guerrilla había destruido la estación de Policía, fusilado al corregidor del pueblo en el parque, cortado la vía a Pueblo Nuevo.
Ante esta situación, Óscar Iván, como líder de Pensilvania, que pertenece a Caldas pero es limítrofe con Antioquia, había acudido donde el Gobernador. Su afinidad política fue inmediata y desde entonces mantuvieron una buena relación.
En octubre de 2001, Zuluaga anunció su candidatura al Senado y adhirió públicamente a Uribe en un evento en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada. Su fórmula a la Cámara era Sandra Ceballos y su ficha en Caldas, la actual senadora Adriana Gutiérrez.
El día antes de las elecciones legislativas, Uribe lo llamó. Se acababa de enterar que Óscar Iván no aparecía en la encuesta de Bavaria que hacía Augusto López donde aparecían quiénes iban a ser los senadores. Óscar Iván no se inmutó. Al día siguiente ganó con la treceava votación del país, y 87 mil votos. 
“Él es un mago para desafiar las expectativas”, dice su hijo David, quien es su mano derecha en la actual campaña presidencial.  Los medios de la época dijeron que Zuluaga había sido una “revelación”, pero a su equipo no lo sorprendió su triunfo. Zuluaga en ese entonces, como ahora, había ido a todas partes. Y como es un hombre caluroso, se conecta fácilmente con la gente.
Una persona que presenció su campaña en esa época dice que, de la mano de Fabio Alberto Aristizábal, recorrió Manizales, casa por casa, parando en cada tienda a tomarse un vaso de aguardiente, y conversando con la gente. Se aprendía los nombres de los líderes de memoria, algo que, por alguna razón incomprensible, es definitivo para ganar el voto.
En el Senado, en la Comisión Séptima, fue un aliado incondicional de Uribe y el gran escudero del gobierno en los debates sociales. Se apersonó directamente de la reforma  laboral y de la reforma pensional impulsada por el ministro Juan Luis Londoño, de quien era muy cercano. También presentó la ley que regula la carrera administrativa, y fue el promotor número uno de la polémica reelección de Uribe.
Zuluaga fue un uribista de primera línea y lo siguió siendo cuando otros saltaron del barco cuando éste rompió con Juan Manuel Santos. En 2003 un grupo de congresistas de muy diferentes partidos, pero con el objetivo común de respaldar a Uribe, se ponen la misión de crear un megapartido uribista. Con políticos veteranos como Rafael Pardo y Alfonso Valdivieso y otros más jóvenes como Armando Benedetti, Zuluaga ayuda a crear un Nuevo Partido que no termina de cuajar, entre otras, por los celos de Germán Vargas Lleras.
Dos años después, con una reforma política que castiga a los partidos más pequeños, Zuluaga se pone al frente de la tarea. Y nace el Partido Social de Unidad Nacional. Mejor conocido como "La U" porque, en palabras de Óscar Iván, es "el partido de la universalidad, que busca agrupar a todos los actores y sectores sociales" y "el partido de la universidad, abierto a la educación". Claro está que ya entonces nadie dudaba que la U tuviera más de Uribe que de otra cosa.
Óscar Iván creó estos partidos porque estaba convencido de que los partidos eran importantes. Porque él dice que es un institucionalista, a pesar de ser el principal alfil de un caudillo como Uribe. Para él la reelección no iba en contravía de esta postura.
En el segundo gobierno de Uribe, Zuluaga entra al gabinete, primero como Consejero y en 2007 como Ministro de Hacienda.
Su nombramiento en el ministerio fue recibido con sorpresa, y algo de sorna, por los macroeconomistas de los Andes que habían monopolizado ese ministerio en la última década. Lo veían como un político más que como un técnico. Aunque Zuluaga no tenía toda la literatura económica en la cabeza, desafió el estereotipo, y usando sus habilidades políticas, sacó adelante proyectos importantes en el ministerio.
El que más recuerda la gente fue la reforma tributaria, al final del gobierno de Uribe, durante la emergencia social de la salud con la que gravó los licores más populares como la cerveza y el vino espinoso, los juegos y los cigarrillos.
La sacó adelante en diciembre, acabando el gobierno, y en desmedro de gremios muy poderosos como el de los licores y las tabacaleras. Una persona que trabajó con él en ese proceso recuerda que un día Óscar Iván le pidió al presidente Uribe que lo dejara a él ser el único responsable de la reforma. Que no le pasara al teléfono a ningún lobista. Cuando el presidente mundial de la Philip Morris llamó a Uribe para protestar por la reforma, Uribe cumplió su palabra y se lo dejó a Zuluaga.
“La gente sabe que él es una persona que cumple y eso facilitó la comunicación en el Congreso”, contó una funcionaria que trabajó con él en esa época. Ella y varias de las personas entrevistadas para este perfil, resaltaron la increíble capacidad de Zuluaga para encontrar soluciones.
“El siempre encuentra el camino para resolver el entuerto”, dijo uno de ellos. “El es muy institucional, pero también es un político sofisticado y sabe usar la mano izquierda”.
Con la mano izquierda se refería a cierta “elegancia” en el ejercicio de la politiquería, que Zuluaga también sabe usar.
Durante el gobierno de Uribe, por ejemplo, según dijo una fuente a La Silla, Zuluaga no dejó liquidar Caprecom, donde tenía varias cuotas. Se hizo el de la vista gorda a un aumento de la nómina de la Dian en más de mil personas para el cual aprobó el traslado presupuestal. E incluso en el trámite de la reforma tributaria que aumentó el impuesto a la cerveza, le mantuvo la tarifa al aguardiente, al ron y otros licores fuertes lo que se vio en su momento como una concesión a los gobernadores que Uribe quería tener alineados en época electoral.
En medio de toda la discusión sobre el aeropuerto de Palestina, en Caldas, Zuluaga se dio la pela paraconseguir el presupuesto para esta megaobra. Según cuenta alguien de la región, y se publicó como rumor en La Patria de Manizales, Zuluaga le ofreció su apoyo presupuestal al Gobernador Mario Aristizábal, de la coalición yepobarquista, y a cambio éste nombró a Francisco Cruz Prada, una ficha de Zuluaga, al frente del proyecto.​
La persona decente
Óscar Iván Zuluaga fue proclamado candidato presidencial en la convención del Centro Democrático en medio de una polémica con Pacho Santos, que sintió que le habían arrebatado su candidatura de manera poco transparente. Foto por: Diana Sánchez
El Presidente Álvaro Uribe y el Ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, durante el acto de presentación de la Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo en Medellín cuando Zuluaga era ministro de Hacienda de Uribe. Foto por: Miguel Ángel Solano
Álvaro Uribe dice que Óscar Iván “es como una lámina de acero de poca fricción pero sin torcedura”.  Es una forma muy uribista de decir lo que más dicen de Zuluaga cuando se les pregunta por él. Lo primero que mencionan –incluso personas que están en orillas políticas contrarias- es su calidad humana, lo afectuoso que es, lo decente que les parece.  Decente es una palabra que se repite una y otra vez. También que es un conciliador.
Zuluaga es miembro de una familia muy extensa. Cuando se juntan los primos en Pensilvania en vacaciones suman más de cien miembros. Óscar Iván es un punto de encuentro entre ellos, es a quien buscan cuando están peleados.
“Él sabe leer las emociones, pero en la toma de decisiones es súper racional”, dice un ex funcionario suyo. Cuenta que en el Ministerio de su época había una gran tensión entre el director de presupuesto y la directora de política macro sobre el marco fiscal a corto plazo.  Zuluaga se apersonó de la pelea y casi como un psiquiatra iba entre uno y otro hasta que logró que limaran sus diferencias y se pusieran a trabajar juntos.
En momentos de crisis es tranquilo, no levanta la voz, se concentra en las soluciones y confía en el equipo del que se rodea. “Es superleal con sus amigos y con sus subalternos indistintamente de que lo que hagan esté bien o mal. Es esa lealtad paisa, muy diferente de la cachaca”, dice uno de los que trabajaron con él.
Esa misma lealtad, incondicional, es la que mostrado con Uribe. “Mi papá no es vergonzantemente uribista. Es de verdad”, dice su hijo David.
Es una lealtad, claro, que Zuluaga podría capitalizar si como esperan en su campaña el triunfo de Uribe en las pasadas elecciones lo empuja a la segunda vuelta, una probabilidad que no se ve ya tan clara. Ya ahí, como lo ha hecho en el pasado, sus allegados creen que él llegaría con facilidad hacia la meta.

Nota: Este perfil forma parte del libro Súper Poderosos, recientemente publicado en papel por La Silla con la editorial Aguilar.
Gracias a: Juanita León. LA SILLA VACIA.

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